Hoy, como ayer (en L’Aquila en 2009) contemplamos impotentes los devastadores efectos de un terremoto en el centro de Italia. Pero, ¿es que tiene Italia un riesgo sísmico extraordinario? ¿Por qué parece que pasan los años y la historia se repite?
La
explicación es relativamente sencilla. Primero hay que entender que el
riesgo sísmico es la combinación de la peligrosidad sísmica (posibilidad
de que se produzcan terremotos en un determinado lugar), la exposición o posibilidad de que existan personas o cosas en esa zona y la vulnerabilidad de las personas y cosas que podrían estar expuestas a un terremoto en ese sitio.
Italia tiene una peligrosidad sísmica medio-alta (en base a la frecuencia e intensidad de los fenómenos sísmicos que padece), una exposición extremadamente alta
(dada su densidad de población y el patrimonio histórico y monumental
único en el mundo situado en las zonas de riesgo) y una vulnerabilidad
altísima (debido a la fragilidad de los edificios, las infraestructuras y
los centros productivos ahí localizados), lo que se resume en un
elevado riesgo sísmico en términos de víctimas, daños a los edificios y
costes directos e indirectos resultado de un posible terremoto.
Comparado con España, Italia tiene, en conjunto, un riesgo mucho
mayor. Ambos países sufren el mismo entorno geotectónico de zona de
colisión entre la placa africana y la euroasiática, que
es el responsable de los terremotos españoles (Murcia, Alborán,
Melilla, Málaga, Granada…) y los italianos (los Apeninos son la prueba
geográfica de la colisión), y ambos cuentan con normativa antisísmica
que regula la construcción de edificios e infraestructuras con el
objetivo de proteger a la población de los terremotos. Pero las normas
nada pueden hacer en el caso de edificios anteriores a las propias
normas, como se ha visto en Italia. El terremoto además no vino
antecedido de seísmos previos que hubieran permitido alertar a la
población.
La norma española necesita una revisión, como demostró el reciente terremoto de Lorca.
Los geólogos seguimos pidiendo su inmediata actualización con los
conocimientos que ahora se tienen sobre el riesgo sísmico español.
Y, entonces ¿qué podemos hacer contra los terremotos?
Pues estar preparados, disponer de un sistema de alerta temprana en
coordinación con Protección Civil, hacer regularmente simulacros en
poblaciones de riesgo, enseñar a los alumnos de los colegios y seguir
haciendo ciencia. Sí, porque si alguna vez somos capaces de prevenir los
terremotos, será porque la ciencia nos habrá mostrado el camino.
Invertir en ciencia es salvar vidas y propiedades, incluso aunque ahora
no pase nada, sobre todo ahora que no pasa nada.
Manuel Regueiro y González-Barros. Presidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos
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